Tonatiuh, dios del sol, es a la vez un símbolo de la imperiosa necesidad de poder y de la complejidad de la mitología azteca. Creador del quinto sol, su supervivencia refleja tanto la fuerza como la necesidad de un sacrificio ineludible que permita mantener en el infinito orden la estructura cósmica.
¿Quién es Tonatiuh?
Tonatiuh es una figura fundamental en la cultura azteca, reconocida como la deidad del sol que encarna la vitalidad y muchos otros rasgos El título que lleva, que significa “El Brillante”, significa la iluminación necesaria para la vida en la perspectiva azteca
En este sentido, Tonatiuh era el regente del quinto sol, es decir, de la era actual, pero siempre a la espera de que su poder fuese alimentado a partir de la ofrenda, o sea, de los sacrificios humanos.
Es por ello que, dentro del panteón mexica, este dios en particular era indispensable a una serie de culturas de latitudes bastante alejadas de los mexicas que proporcionaba continuidad a la existencia del mundo. Simbolizaba tanto la esperanza, como la responsabilidad, ya que su energía dependía del agradecimiento del pueblo azteca.
La historia de Tonatiuh
Con una historia profundamente ligada al mito de los cinco soles, un relato que explica el origen y la estructura del universo según la mitología azteca.
El mito de los cinco soles
En la cosmovisión azteca, el mundo había sido creado y destruido en cuatro ocasiones previas, cada una regida por un sol diferente. Tonatiuh se convirtió en el quinto y actual sol tras un acto de sacrificio divino. De acuerdo con el mito, los dioses se encontraron en Teotihuacán para escoger al nuevo sol, después de que se destruyó a sí mismo la cuarta época. Dos dioses se presentaron como voluntarios: Nanahuatzin, un dios humilde y enfermo, y Tecuciztécatl, un dios rico y presuntuoso.
Para convertirse en el sol, ambos debían lanzarse al fuego sagrado. Tecuciztécatl, a pesar de su arrogancia, dudó y no logró saltar. Por su parte, Nanahuatzin, con humildad y un espíritu decidido se lanzó al fuego y se convirtió en el nuevo sol. Fue así como Tecuciztécatl, tras observar a Nanahuatzin decididamente lanzarse al fuego se animó también a saltar, pero se convirtió en el segundo sol mucho menos brillante que el segundo sol. Para evitar que hubiera dos soles, los dioses lanzaron un conejo al rostro de Tecuciztécatl, apagando su luz y convirtiéndolo en la luna.
Aunque Nanahuatzin se convirtió en Tonatiuh, el sol no se movía por el cielo. Para ponerlo en marcha, los dioses debieron sacrificar su propia sangre y energía, estableciendo así la necesidad de sacrificios para mantener al sol en movimiento.
El sacrificio humano como alimento para Tonatiuh
Tonatiuh, como dios del sol, requería constante alimento para continuar su recorrido diario por el cielo. Los aztecas pensaban que obtenían el poder del corazón y la sangre de las personas, que consideraban la fuerza vital más poderosa. Esta necesidad explicaba el ritual azteca de sacrificar personas, una parte muy debatida e interesante de sus tradiciones.
La ceremonia de celebración de Tonatiuh fue increíble y tranquila, y se llevó a cabo en lo alto de las pirámides. Frase: Los combatientes capturados eran vistos como premios muy valiosos porque eran como una energía poderosa que alimentaba al dios del sol. Estas prácticas no solo buscaban garantizar el movimiento del sol, sino también mantener el equilibrio del cosmos.
Relaciones de Tonatiuh con otros personajes de la mitología azteca
Tonatiuh está intrínsecamente conectado con diversas deidades y personajes de la mitología azteca, reflejando su papel central en la cosmovisión mexica.
Tonatiuh y Huitzilopochtli
Se asociaba con Huitzilopochtli con la mañana y las batallas, mientras que Tonatiuh muestra el sol completo viajando por el cielo. Ambos seres divinos necesitaban que se sacrificara a los seres humanos, lo que enfatizaba lo crucial que era la sangre para mantener el equilibrio del universo.
Tonatiuh y los guerreros águila
Los guerreros águila, una élite militar dentro de la sociedad azteca, tenían una conexión especial con Tonatiuh. Estos guerreros eran considerados hijos del sol, ya que su valor en combate les entregaba prisioneros para los sacrificios. Los aztecas pensaban que los que morían en la batalla, seguidos de un trayecto por el inframundo, iban al cielo a ayudar a Tonatiuh en su camino por el que batía contra el sacrificio de las tinieblas.
Tonatiuh y los Tzitzimimeh
Los Tzitzimimeh, demonios y espíritus estelares vinculados con los eclipses, eran adversarios de Tonatiuh. En la creencia, pues, un eclipse solar era el momento en el que los Tzitzimimeh buscaban tragarse al sol y arrastrar el mundo hacia la oscuridad infinita. Los eclipses se interpretaron como situaciones de peligro cósmico, circunstancias y oportunidades en las que aumentar los sacrificios y las oraciones para preservar a Tonatiuh.
Importancia cultural de Tonatiuh
Tonatiuh ocupaba un lugar primordial en la vida y espiritualidad de los aztecas. Su función como fuente de luz, calor y vida lo convertía en el centro de la existencia humana y natural. Los ciclos agrícolas, la guerra y las ceremonias religiosas estaban centradas en él, con lo que Tonatiuh se hacía presente en todos los aspectos de la cultura mexica.
La arquitectura y el arte azteca reflejan esta devoción. La Piedra del Sol, también llamada calendario azteca, constituye una de las manifestaciones más representativas de Tonatiuh. En el corazón de la bella obra se encuentra su cara y símbolos que configuran los ciclos y la concepción del tiempo dentro de la visión del mundo azteca.
Dichos elementos continúan en la actualidad representando a Tonatiuh como un símbolo cultural en la zona mexicana. Su imagen y sus mitos han servido como hilos conductores para la elaboración de obras literarias, artísticas y académicas que tienen por objetivo preservar y reinterpretar la cultura de la que formó parte. Asimismo, su iconografía nos invita a la reflexión sobre el sacrificio, la energía y el equilibrio, nociones muy arraigadas por la civilización mexica y entendidas por ellos como esenciales para la vida misma.
Conclusión
Las historias sobre el origen de Tonatiuh, su relación con otras divinidades o el impacto que tuvo en la cultura pretérita ponen de manifiesto el grado de importancia que Tonatiuh llegó a tener en la vida de los aztecas, que lo visualizaron como el lugar que atesoraba la esperanza y el sentido de responsabilidad sin el que la comunidad no podía funcionar.
Pero su legado atraviesa el tiempo e ilustra perfectamente la forma profunda en que las civilizaciones pretéritas se relacionaban con las poderosas fuerzas naturales. Tonatiuh fue no solo el centro de su mundo, sino también el recordatorio eterno de la fenomenal reciprocidad que existe entre los humanos y el entorno que estos crean a su paso. A través de su historia descubrimos una cosmovisión rica y compleja que aún hoy nos tira de los pelos.
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